En Nueva Nación, consideramos que un sistema de educación pública de calidad es esencial para el desarrollo de una república democrática con fuertes valores cívicos.
Adicionalmente, consideramos que Panamá enfrenta un severo reto de productividad a futuro ya que una parte importante de su fuerza laboral trabaja en áreas del sector de servicios que se verán presionadas por el avance de nuevas tecnologías con la capacidad de reemplazar a seres humanos en cuanto a atención a clientes.
Por todo esto, el Ministerio de Educación y el sistema de educación pública serán esenciales para diversificar la competitividad de la mano de obra panameña y asegurar que la misma pueda obtener trabajo bien remunerado y digno durante las próximas décadas.
Panorama
Prueba de que existen severas deficiencias en el sector educativo a pesar de anuncios rimbombantes por parte de las autoridades son los resultados de las pruebas del Programa Internacional para la Evaluación Estudiantil —PISA, por sus siglas en inglés— los cuales revelan que menos de un quinto de la población de estudiantes del país tiene un nivel funcional de matemáticas y más de la mitad de los estudiantes no tiene habilidades sólidas de lecto-comprensión.
Y no es controvertido decir que una fuerza laboral que no puede resolver operaciones matemáticas sencillas ni comprender el contenido de uno o dos párrafos tendrá severos problemas ajustándose a la nueva realidad laboral de alta tecnología que se está desarrollando a nivel mundial y que muy pronto impactará a Panamá.
Una pregunta clave es: ¿cómo es posible que teniendo un presupuesto de educación bastante robusto después del cambio de siglo y una población estudiantil que no supera el millón de estudiantes, no se pueda dar educación de calidad a todo el estudiantado panameño?
Factores
La respuesta es bastante compleja y obedece a múltiples factores.
Entre ellos, está la dispersión geográfica del estudiantado, lo cual también causa una dispersión financiera de la inversión educativa, reduciendo los recursos que son dotados a las escuelas más lejanas.
También hay problemas de conectividad al Internet que limitan el acceso de los jóvenes panameños a material educativo de calidad.
Igual no es secreto que hay problemas de amiguismo y favoritismo dentro del sistema de asignación de docentes y directores.
Y también existe una protección por parte de los gremios docentes de maestros que sencillamente no están rindiendo la calidad que es esperada de los maestros públicos.
Pero ahí no acaba el rosario de líos.
Panamá cuenta con un currículo educativo desfasado y una ley orgánica del Ministerio de Educación que data de mediados del siglo pasado.
Ahora bien, reformar el sistema educativo es difícil por la multiplicidad de intereses que convergen en el proceso educativo.
Los gremios docentes constantemente solicitan importantes aumentos salariales más no entregan al país la calidad que es esperada de ellos.
Datos
Cabe recordar que en Panamá hay cerca de un millón de estudiantes, de los cuales cerca de un quinto van a escuelas privadas.
Los estudiantes de las escuelas privadas notablemente marcan superior a aquellos de las públicas en las pruebas internacionales, lo cual naturalmente lleva a poner la atención en el sistema público como el área de deficiencia del sistema educativo panameño.
También, hay más de 60 mil docentes en el país, de los cuales un cuarto trabajan en escuelas privadas.
Y en Panamá se contabilizan más de 4,500 centros educativos, de los cuales un quinto son privados.
Reforma
A lo largo del tiempo se han hecho numerosos esfuerzos por lograr un consenso sobre el proceso de reforma educativa para así empujar este sector al futuro.
Pero el sistema se rehúsa con ahínco a adaptarse o lo hace muy lento, lo cual al final termina perjudicando al estudiantado panameño con menos oportunidades laborales una vez se gradúan.
Y resulta de hecho una queja constante por parte de los empleadores del país que la mano de obra joven no está llegando a sus puertas con las capacidades necesarias para poder desempeñarse de manera eficiente en sus proyectos.
Durante la administración de Ricardo Martinelli, la entonces ministra de Educación, Lucy Molinar, intentó avanzar un proceso de transformación curricular, pero el mismo nunca se logró consolidar y fue desechado una vez entró en la administración de Juan Carlos Varela.
Desde entonces los gremios docentes y el gobierno se han mantenido en una confrontación constante, a veces detrás del telón, a veces delante del ojo público, que impide lograr un consenso de cómo los docentes van a mejorar sus capacidades para ofrecer un mejor nivel educativo en general.
Cambios
Como hemos explorado en ediciones anteriores de El Pulso, la pandemia arremetió severamente contra el sistema educativo panameño causando que él mismo perdiera contacto con decenas de miles de estudiantes.
No obstante, también sirvió como un momento de empuje para la adaptación del sistema educativo, el cual tuvo que reforzar sus sistemas digitales para poder tener acceso a estos estudiantes perdidos.
Esta evolución de las capacidades tecnológicas del Ministerio de Educación ha tenido un efecto positivo. No obstante, las severas deficiencias en la cultura educativa panameña siguen siendo un ancla que está mermando la capacidad del país de generar riquezas y equidad en la distribución de tales beneficios.
Liderazgo
El Ministerio de Educación a cargo de Lucy Molinar —quien nuevamente entra a ser ministra— busca reforzar los aspectos nutricionales del sistema educativo y también los aspectos tecnológicos.
Por el lado nutricional, se ha indicado que el ministerio busca pasar de dar crema y galletas nutritivas a dar comidas completas a los estudiantes de los centros educativos públicos, de tal forma que cuenten con la nutrición que necesitan para poder ser estudiantes efectivos.
Del lado tecnológico, se anunció la compra de computadoras portátiles por alrededor de $240 millones, con el propósito de ofrecer una mejor conectividad a los estudiantes para que puedan acceder a contenidos más interactivos y, por ende, más beneficiosos.
No obstante, considerando el desempeño de la última gestión de Molinar, quedan dudas sobre si se podrá lograr una ejecución efectiva de estos planes durante estos cinco años.
Dinero
Otro reto que deberá enfrentar el Ministerio de Educación es una reducción de sus fondos disponibles de cara a la severa presión financiera que enfrenta el país.
En 2023, el presupuesto programado del Ministerio de Educación fue de $2,876 millones.
Luego de una fuerte presión por parte de los gremios docentes por lograr un aumento en la asignación de recursos al sector educativo, se programó un gasto en educación para este año de $4,996 millones.
Pero tal programación no fue tan efectiva ya que este aumento tan súbito requería de una planificación previa que no estaba allí. Por esto, el dinero no necesariamente se pudo dirigir a sus mejores usos.
La entonces ministra de Educación, Maruja Gorday de Villalobos, incluso reconoció esto ante la Comisión de Presupuesto de la Asamblea Nacional, donde dijo que si bien ahora contaban con fondos para invertir por encima de los $2,000 millones, aún no habían podido desarrollar una planificación estratégica clara de qué hacer con este dinero.
Y ahora el nuevo ministro de Economía y Finanzas, Felipe Chapman, ha indicado que el presupuesto del Ministerio de Educación será reducido el próximo año a $3,730 millones, lo cual todavía es notablemente alto y sigue siendo superior a la cifra de 2023, pero que estará por debajo de lo programado para el año corriente.
Ahora bien, cabe indicar que existen opiniones de que los presupuestos de los distintos ministerios para el año corriente fueron fuertemente inflados por parte del ex-ministro de Economía y Finanzas, Héctor Alexander, como una estrategia para poder gastar más durante el primer semestre de este año.
Fuente: El Tabulario / MEDUCA
Paciencia
En entregas anteriores de El Pulso, hemos explorado otros retos importantes que enfrenta tal sistema educativo, entre ellos, la necesidad de una mayor evaluación de docentes, los problemas de infraestructura del sector educativo y el temor por parte de los operadores de los colegios de utilizar los dineros provistos en los fondos de asistencia educativa.
Cualquier reforma educativa por necesidad tomará años —si no décadas— en dar resultados, considerando que, por ejemplo, mejoras en nutrición para los grados iniciales dará fruto en cuanto a productividad en dos décadas cuando estos estudiantes se gradúen.
No obstante, resulta necesario empezar ya.
A pesar de reformas de productividad que se puedan hacer en distintos rubros económicos del país, es tan solo la inversión en la mano de obra futura y en su capacidad de autoaprendizaje y adaptación lo que podrá asegurar una estabilidad financiera para el país en el muy largo plazo.
Pruebas
A mediados de esta década, se espera que el país participe nuevamente en las pruebas PISA, aunque considerando que la ministra Molinar retiró a Panamá de estas pruebas durante su último periodo, no hay garantía de esto.
Pero como no se han dado cambios sustanciales en la legislación educativa, la metodología educativa o el contenido de los textos educativos, la expectativa es que Panamá tenga un desempeño similar a aquel que tuvo en las últimas pruebas.
Adultez
Una forma interesante de compensar las severas deficiencias en el sector educativo es la educación de adultos, tema que incluso es un rubro presupuestario del Ministerio de Educación, pero que no se le ha dado la importancia que merece.
Programas bajo este concepto de educación adulta serían muy útiles porque permitirían re-entrenar y mejorar las capacidades de la mano de obra actual lo cual acortaría la ventana de tiempo necesaria para ver resultados efectivos.
Lo cierto del caso es que las instituciones que deberían velar por la educación adulta, como el Instituto para la Formación y Aprovechamiento de Recursos Humanos, han estado sujetos a administraciones políticas que han desperdiciado el dinero y incluso llevado a la institución —en palabras de su director actual— a la bancarrota. Por esto, muchos estudiantes que hoy día se encuentran estudiando en universidades o que esperaban recibir pronto becas verán sus posibilidades limitadas.
Coda
La mejor educativa en Panamá requiere de decenas de acciones mayúsculas.
Entre ellas, están la necesidad de una reforma curricular, la construcción de nueva infraestructura educativa, el desarrollo de nuevas metodologías de educación de cara a las tecnologías del futuro, la inversión en la capacitación docente, la protección de la salud de los estudiantes y —sencillamente— una mejora general en la eficiencia y la eficacia del gasto del Ministerio de Educación.
No obstante, si algo ha demostrado el cuerpo estudiantil panameño es su resiliencia.
Esto lo vimos en la similitud de los resultados de las pruebas PISA antes y después de la pandemia. Estos resultados, a pesar de no ser estelares, fueron demostrativos de la resiliencia del estudiante panameño en no perder sus habilidades educativas a lo largo del confinamiento por la pandemia.
Todo esto apunta a que se necesitará de la implementación de nuevos programas educativos especiales para compensar las pérdidas sufridas durante la pandemia, pero más allá, seguramente se necesita de una revolución educativa que incluye un cambio a la ley orgánica del Ministerio de Educación y —lo más controvertido— una negociación con los gremios de docentes que muchas veces evitan la implementación de nuevos procesos.