[speaker]
Cavar un hoyo en la tierra para meter la basura allí no es tecnología precisamente nueva.
Desde que se empezaron a dar las primeras concentraciones sociales de seres humanos hace más de 10 mil años, los rellenos para la basura han existido de una forma u otra.
Uno de los rellenos más notables de la antigüedad fue aquel de la ciudad primigenia de Knossos, que existió hace cinco mil años en la isla de Creta, al suroeste de Grecia.
Tal ciudad —verdaderamente un gran palacio que cubría una extensión de 10 hectáreas— se tornó famosa por ser el escenario del mito de Teseo y el Minotauro.
En éste, el héroe griego usó una bola de cuerda regalado por la princesa Ariadne para entrar a lo más profundo del laberinto —una referencia histórica al colosal palacio de Knossos— y matar al minotauro, liberando a sus prisioneros.
En las excavaciones del sitio arqueológico de Knossos, una próspera ciudad comerciante que idolatraba a los toros, se han encontrado hoyos profundos repletos de basura, los cuales posteriormente fueron cubiertos con tierra.
También existen registros de que en la ciudad griega de Atenas, hace dos mil quinientos años, se ordenó no tirar basura en la calle, sino sacarla al menos una milla —cerca de un kilómetro y medio— para desecharla allá y mantener la ciudad limpia.
Para referencia, el vertedero de Cerro Patacón está a dos millas —poco más de tres kilómetros— del límite norteño de la ciudad de Panamá marcado por el Corredor Norte.
A la calle
No obstante de Knossos y Atenas, el desecho de la basura de forma higiénica y distante no siempre fue el método preferido de las civilizaciones recientes.
Por mucho tiempo, en Europa, disponer de la basura no era más complejo que tirarla por la ventana, atrayendo así a animales salvajes.
De hecho, la concentración de basura y desechos en algunos pueblos europeos entre las décadas de 1340 d.C. y 1350 d.C. propició la proliferación de ratas negras que, a su vez, portaban las peligrosas pulgas contaminadas por la Plaga Negra.
En 1346 d.C. los mongoles —en su empuje occidental— empezaron a utilizar tal plaga como un arma biológica contra la población de la colonia genovesa de Kaffa, bajo sitio, en la península de la Crimea, hoy Ucrania.
Esta población, al escapar de regreso a Europa, llevó consigo la devastadora enfermedad que mataría a cerca de 50 millones de personas en todo el continente, cerca del 50% de la población, desestabilizando la región por décadas después.
Bocanada
A mediados del Siglo 19, en particular en las décadas de 1840 y 1850, múltiples ciudades en Europa comenzaron a moverse hacia una mayor sanidad pública.
Fue en la segunda mitad de tal siglo, y la primera del siguiente, que vemos el desarrollo de oficinas de sanidad y recolección organizada de la basura, empezando en el Reino Unido, y luego expandiéndose por el continente europeo y Estados Unidos.
Algunas ciudades, como Nueva York, comenzaron a botar su basura colectiva al mar, sencillamente jalándola mediante un remolcador a una distancia considerada suficiente para luego soltarla al fondo de la plataforma continental.
Cabe recordar que mucha de la basura en aquellos tiempo estaba compuesta de material orgánico, metales oxidados, maderas podridas y luego, cada vez más, desechos industriales.
Aún no existía el plástico de uso masivo —inventado en 1855 pero perfeccionado en 1907.
No fue sino hasta reciente, después de la década de 1950, que se comenzó a normar y organizar rellenos sanitarios administrados públicamente como una solución funcional al problema de la basura de los municipios.
Presión
Aunque siguen siendo soluciones funcionales, la viabilidad de los rellenos sanitarios está bajo fuertes cuestionamientos, no solo en Panamá, sino en todo el mundo.
Proyecciones apuntan a que entre esta década y aquella de 2050, la producción anual humana de basura podría aumentar en un 70%.
Hoy día, se estima que las civilizaciones humanas producen más de 2,000 millones de toneladas de basura anualmente. Esto es equivalente a 40 mil barcos Titanic al año de basura, una cantidad masiva.
Patacón
Cerro Patacón, curiosamente, está prístino.
El cerro en sí es una altura superior a los 200 metros, localizado directamente al norte de Merca Panamá y la Ciudad de Salud, parte de la sección oriental del Parque Nacional Camino de Cruces.
El vertedero que lleva su nombre está localizado poco menos de dos kilómetros al este del cerro, en una sección de tierra bordeada: al oeste, por el Parque Nacional mencionado; al norte, por la autopista Panamá-Colón; al este, por Condado del Rey; y al sur, por la vía al puente Centenario.
Este es un polígono de más de 700 hectáreas que incluye el vertedero llamado Cerro Patacón, una comunidad de cientos de casas que se llama Guna Nega, la planta cementera de Concreto Único, el estadio nacional de beisbol llamado Rod Carew, además de un grupo de residenciales, edificios y bodegas alrededor del estadio.
Para referencia, el Parque Omar mide alrededor de 50 hectáreas y Albrook Mall —sin contar la Gran Terminal— mide 25 hectáreas.
El vertedero de basura se compone en sí de tres promontorios o alturas de cerca de los 100 metros cada una, las cuales han sido despejadas para la colocación de basura, además del espacio entre ellas. El área intervenida del vertedero puede estar cerca de las cien hectáreas, el doble que el tamaño del parque Omar y cuatro veces aquel de Albrook Mall.
Guna Nega está a menos de un kilómetro de distancia, con cerca de medio centenar de casas y caseríos de esta comunidad colindando directamente con las laderas al norte del sitio del vertedero.
Una de las teorías de por qué se llamaría cerro Patacón tiene que ver con la compactación de basura, pero, como mencionamos, el cerro Patacón en sí es otro, y todo parece indicar que el nombre antecede el uso de tal área como vertedero.
Envenenamiento
A finales de la semana del 15 de enero, basura en el depósito de Cerro Patacón se incendió, creando una tóxica y espesa humareda.
La ciudad de Panamá recibe, principalmente, los vientos alisios —en inglés los trade winds— que pegan desde el norte, aunque algunas noches también puede recibir cálidos vientos sureños.
Vale la pena reiterar aquí que el vertedero de Cerro Patacón está directamente al norte de la Ciudad de la Salud, la nueva y multimillonaria inversión en materia de trato de enfermedades del país, costando más de mil millones de dólares y más de una década de construcción.
Ahora, para ser precisos, los vientos alisios tienden a soplar sobre la ciudad de Panamá desde el noroeste hacia el sureste.
Esto significa que la humareda tóxica del 19 de enero no pasó directamente sobre la Ciudad de la Salud ese día, pero no se puede desatender la realidad de la mezcla de las partículas contaminantes en la masa de aire, irrelevante del camino visible del humo.
No por evitar la Ciudad de la Salud fue menos peligrosa: la humareda impactó directamente —como puñete a la cara— las áreas de Amador, El Chorrillo, Albrook, Ancón, San Felipe, Santa Ana, Calidonia, La Exposición y La Cresta, entre otros, la mayor parte con vecindarios habitados.
Esta trayectoria fue confirmada por una investigación del geógrafo Carlos Gordón, que también notó que el incendio duró 10 días y costó más de medio millón de dólares extinguir.
Según Gordón, la humareda llegó incluso hasta la isla de Taboga, afectando en su paso a cerca de 100 mil personas.
Invisible
La calidad del aire se mide mediante diferentes elementos, entre ellos, la saturación del aire con material particulado —o partículas en suspensión— las cuales, por más que no podamos ver, sí podemos respirar.
Se habla usualmente de partículas en suspensión en tres grandes grupos, dependiendo de su tamaño en micrómetros.
Para referencia, un micrómetro —cuya abreviación es μm— es una millonésima parte de un metro y se utiliza para medir cosas tan chicas como bacterias. El tamaño de una gota de agua en neblina está por alrededor de los 10 micrómetros.
La calidad de aire toma en cuenta tres tamaños de partículas en suspensión: aquellas con un diámetro menor a un micrómetro, aquellas con diámetro menor a 2.5 micrómetros y aquellas con diámetros menores a 10 micrómetros, cada categoría conteniendo a la anterior.
Las partículas de 2.5 micrómetros o menos de diámetro son particularmente dañinas a nuestros pulmones, ya que por su pequeñez, pueden penetrar tanto el sistema respiratorio como llegar al torrente sanguíneo con mayor facilidad.
La exposición a aire saturado de partículas de 2.5 μm ha sido relacionada a muertes por enfermedades cardíacas, infartos, cáncer de pulmones, enfermedades crónicas de pulmón e infecciones respiratorias, siendo uno de los factores más relevantes que causan la muerte temprana de personas.
Tal saturación se denota refiriéndonos a la cantidad de estas partículas en cada metro cúbico de aíre, en una escala que va desde cerca de cero hasta niveles altos de 200 y 300.
Países con aire altamente contaminado, como en la República Popular de China y la República de la India, reportan niveles en la escala a veces incluso superiores a 500.
Durante el más reciente incendio en cerro Patacón, al cierre de la semana del pasado 11 de marzo, el sensor de calidad de aire del Parque Natural Metropolitano estuvo oscilando cerca del nivel de 300, indicando un fuerte evento de envenenamiento para aquellos expuestos a tal aire.
Historia
El vertedero en Cerro Patacón comenzó a operar a mediados de la década de 1980, recibiendo basura en exceso del vertedero previo, localizado al este de la ciudad, cerca del área de Panamá Viejo.
No debe sorprender que el relleno previo haya quedado saturado, con la ciudad de Panamá convirtiéndose rápidamente en las últimas décadas en una de las principales productoras de basura per cápita de la región.
Tal relleno de Panamá Viejo ya estaba en estado crítico en 1961, convirtiéndose en una emergencia sanitaria para 1979. Su cierre definitivo vino en 1986, mudándose el destino de la basura a Cerro Patacón.
Cálculos del Ministerio de Ambiente sugieren que la ciudad de Panamá produce entre 80 mil a 100 mil toneladas de basura al mes, el equivalente a dos Titanics de basura mensuales. De estos, la mayor parte termina hundiéndose en los valles orientales del cerro Patacón.
Tal saturación de basura no es sanitaria del todo y el mismo Ministerio de Ambiente ha reconocido que el área alrededor del vertedero está contaminada.
Esto se ha visto exacerbado por episodios como el de 2021, cuando un deslave rompió la barrera del pozo que contiene el desecho liquido de la montañas de basura, desecho que terminó en dos ríos aledaños parte de la cuenca del Canal de Panamá.
Adicionalmente, por varios años entre 2010 y 2020, desechos hospitalarios podían ser dispuestos en Cerro Patacón, aumentado la toxicidad del área.
Operación
Desde 2010, el vertedero en Cerro Patacón ha sido operado por la empresa Urbalia, la cual ha estado involucrada en múltiples procesos administrativos del Ministerio de Ambiente por incumplimientos con la regulación ambiental mientras que la empresa reclama al Estado el pago de cuentas pendientes.
La relación llegó a su fin en marzo del año pasado, aunque todavía quedan reclamos por ambas partes.
Según Urbalia, el área de Patacón puede seguir siendo utilizada como un vertedero —siempre y cuando se implemente un plan de optimización de uso de espacio— hasta finales de la década de 2030.
De acuerdo a otros análisis, en particular aquel del reconocido científico panameño Stanley Heckadon, el cerro ya cumplió su ciclo de vida útil, por lo que se requiere trasladar el sitio de vertido, lo cual requerirá de estudios de suelo, agua, viento y factibilidad y rentabilidad económica.
Soluciones
Los vertederos de basura a nivel internacional son importantes fuentes de gas metano por lo que pronto serán una tecnología obsoleta dentro de las nuevas economías de control de emisión de gases invernadero.
La solución evidente es desmantelar la necesidad de un vertedero a través de la separación, disposición y nueva utilización de los desechos.
Según la Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario, que regula la disposición de basura en la metropolis panameña, la mayor parte de los restos que llegan al vertedero —casi un tercio— son desechos orgánicos.
Estos podrían ser utilizados para la creación de fertilizantes o separados de tal forma que se puedan desintegrar sin contaminar las áreas aledañas.
Otro porcentaje —un 15%— es cartón, el cual se puede descomponer fácilmente.
Son los plásticos que representan casi un quinto del desecho y los metales que son un veinteavo de los mismos, los que plantean las dificultades más relevantes, pero a la vez, las oportunidades de ingreso más notables.
Lo más efectivo sería que cada casa separara la basura, pero el costo de implementar un cambio de patrón cultural de esta magnitud no ha sido calculado.
Más conveniente sería un sistema capaz de separar la basura y avances tecnológicos en otras partes del mundo, como Estados Unidos, prometen utilizar el aprendizaje de máquinas y la inteligencia artificial para crear instalaciones de procesamiento de basura capaces de separar incluso las pilas más revueltas.
Uno de los escenarios más probables es que se abra un nuevo vertedero que reemplace Patacón, así como Patacón reemplazó a Panamá Viejo. En ese caso, la Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario ha sugerido la necesidad de instalar geomembranas para evitar que el desecho líquido de la basura tiña el suelo.
Destino
¿Que sucedería eventualmente con el vertedero?
Algunos hablan básicamente de cubrirlo con tierra, como ocurre en otras partes, pero lo cierto es que tal escondida de la basura no evitará que siga tiñendo el subsuelo y los ríos cercanos.
En otros países, en algunos casos, se cubren es de paneles solares para aprovechar la extensión territorial.
Otros expertos han hablado de separar la basura ya vertida, pero el costo hoy día sería prohibitivo.
Lo que sí sabemos es que por los próximos años, al menos, la ciudad de Panamá seguirá enviando al menos un Titanic de basura al mes al Cerro Patacón.
La pregunta que queda es si tenemos, en nuestro imaginario de políticas públicas, la metafórica bola de hilo que podamos seguir, para derrotar al terrible minotauro de la desidia administrativa sanitaria y salir de este complejo y letal laberinto.