Empleos en Panamá y la Cuarta Revolución Industrial

Para nadie es secreto que la situación laboral en Panamá está pasando por momentos difíciles, en parte por la contracción de liquidez que experimenta el país producto del aumento de las tasas internacionales de interés, la estrechez fiscal del gasto público, el cierre de varias industrias generadoras de plazas de trabajo y la brecha de capacitación de la mano de obra panameña.

Y como si esto no fuera poco, el país debe enfrentar durante la próxima década los efectos directos e indirectos de la Cuarta Revolución Industrial, que prometen cambiar de forma radical el panorama laboral en todo el mundo, alterando la forma de las plazas de empleo y, en algunos casos, eliminándolas por completo.

De hecho, el Banco Interamericano de Desarrollo calcula que 65% de los empleos en Panamá enfrentan un alto riesgo de automatización.

Para recordar, la Cuarta Revolución Industrial implica un cambio en los métodos de producción que involucra varios componentes, entre ellos, la automatización, la robotización, el avance de la digitalización y, sobre todo, la inteligencia artificial.


Panorama

Para propósitos de ofrecer un análisis fácilmente entendible, estaremos usando cifras redondeadas, utilizando como base los reportes del Instituto Nacional de Estadística y Censo, las memorias anuales de los distintos ministerios y los números de organismos internacionales que han hecho estudios sobre Panamá.

Se calcula que la población de Panamá para 2025 ronda los 4.5 millones. De estos, 3.3 millones (73%) tienen quince o más años, considerados en edad laboral.

No obstante, no todos en edad laboral trabajan. De los 3.3 millones de habitantes en edad laboral, se calcula que 2.1 millones (63%) participan activamente del mercado de trabajo. Y de estos últimos, 1.9 millones (90%) tienen empleo.

Esto significa que, de una población total de 4.5 millones, 42% está trabajando en estos momentos, con sus salarios y ganancias sirviendo de provisión para las necesidades de la población total.

Y todo esto luego de un largo proceso de recuperación: antes de la pandemia del COVID-19, se registraban 1.9 millones de empleados, cifra alcanzada nuevamente apenas en 2023.

Además, se calcula que, hoy día, el número total de desempleados es de 200 mil personas.


Formalidad

Más allá de las definiciones técnicas, se considera un empleo formal aquel que cotiza en la Caja de Seguro Social y uno informal, aquel que no.

La proporción ha variado en los últimos años pero, en términos generales, mitad de los empleados tienen trabajos formales y la otra mitad tienen empleos informales.

Cabe destacar que los empleos informales no solo incluyen a trabajadores domésticos, vendedores en las calles y el trabajo agrícola no registrado, sino también a los micro- y pequeños empresarios, y parte de los trabajadores por contrato.

Este alto nivel de informalidad es uno de los principales retos que deberá enfrentar el país luego de aprobada la nueva ley de seguridad social. Pero resulta importante notar que una de las grandes causas de tal informalidad es el alto costo de la formalización.

Y aunque antes de la pandemia, la informalidad ya era un tema a tratar, la crisis sanitaria propulsó su relevancia, con la tendencia hoy día favoreciendo la informalidad y la creación de empleos de comparativamente baja remuneración.


Capacitación

Las cifras del nivel educativo de la población son confusas, pero en general, se puede calcular que cerca de la mitad de la fuerza laboral no tiene un título de escuela secundaria. Esto, en cierta forma, coincide con el hecho de que mitad del empleo es informal, aunque siempre recordando la presencia de micro- y pequeños empresarios en esa mezcla.

De la otra mitad, aquellos que sí se graduaron de secundaria, la mayoría no ha completado su educación universitaria, con no más del 20% de la fuerza laboral completando una licenciatura o proceso de educación superior. La cantidad de trabajadores con maestrías no pasa del 5% de la fuerza laboral y menos de 1% de la misma tiene un doctorado.

Y queda por ver la calidad de tal formación educativa. Como analizamos en una edición anterior, los estudiantes panameños reportan niveles de comprensión, matemática y ciencias sustancialmente por debajo de los países medidos en el Programa Internacional de Evaluación Estudiantil (PISA, por sus siglas en inglés).

En tal nota, destacamos también que de cada 10 plazas disponibles de empleo, cinco no pueden ser llenadas por falta de candidatos calificados. Esto igualmente coincide con la realidad de que mitad de la fuerza laboral no ha completado la secundaria.

Y estos números también obedecen a la realidad material de la población. Trabajadores en áreas rurales reportan un periodo de colegiatura, en promedio, inferior a aquellos en áreas urbanas, reflejando el acceso a centros educativos y a las oportunidades.


Edad

A pesar de que la población panameña es relativamente joven, en comparación a estándares internacionales, la edad del trabajador ocupado es más alta, evidenciando la situación del desempleo juvenil.

Más de la mitad de las personas empleadas tienen entre 30 y 60 años. Y un cuarto de los empleados tienen menos de 30 años. De hecho, en el más reciente Censo, se demostró que la tasa de desempleo para jóvenes entre los 15 y 29 años es del 30%.

La distribución de empleo por edad también varía dependiendo del sector. Los trabajadores agrícolas resultan ser algunos de los más viejos, producto de la emigración de jóvenes a las áreas urbanas. La edad promedio del trabajador agrícola supera, en algunos rubros, los 50 años de edad.

Mientras tanto, los sectores de industria, manufactura, construcción, logística, servicios y administración tienen empleados de todas las edades, con la remuneración respondiendo a las cualificaciones y a la cantidad de años de experiencia.

Dos sectores se destacan por su conformación etaria: el sector de tecnología tiene más empleados jóvenes que mayores, mientras que el sector público tiene más empleados mayores que jóvenes.

Tal participación alta de personas mayores en la fuerza laboral representa un reto de cara a las adecuaciones necesarias para enfrentar la Cuarta Revolución Industrial, ya que es una población que potencialmente ofrecerá mayor resistencia al re-entrenamiento, según estudios internacionales. Y la inserción más efectiva de jóvenes a empleos formales serviría para balancear esta tendencia.


Trabajos

La mayor parte de los empleados del país trabaja para el sector de servicios. El sector agrícola emplea a cerca del 15% de los trabajadores. Y el sector industrial, que incluye a la construcción, contrata a 20% de los trabajadores.

Cabe destacar que, aunque la agricultura emplea al 15% de los trabajadores, tal sector representa menos del 3% del producto interno bruto (PIB), lo cual tiene implicaciones severas en cuanto a la calidad de vida y las expectativas de ingreso de un sexto de la población laboral del país.

Dentro del sector de servicios hay varios sub-sectores responsables de la creación de nuevos empleos. Entre ellos, los más relevantes son el comercio al por mayor y al por menor, el transporte y la logística, el turismo y los hoteles. Además, el sector de servicios incluye una gran parte de los trabajos informales, como los trabajadores domésticos, el personal de mantenimiento y los conductores, entre otros.

Tampoco se puede obviar la preponderancia del sector público. Se calcula que uno de cada siete empleados es un funcionario. El número podría ser incluso superior dependiendo de cómo se defina al trabajador público.

De hecho, tan solo el Ministerio de Educación emplea a cerca de 65 mil personas, 3.5% de todos los empleados ocupados del país. La Caja de Seguro Social emplea alrededor de 30 mil personas, el Ministerio de Salud cerca de 20 mil y el Ministerio de Seguridad tiene a otras 30 mil en su planilla.


Salarios

Según las cifras más recientes, la mediana salarial del país está entre los $700 y los $800. Esto significa que mitad de los trabajadores ocupados a nivel nacional ganan menos que este rango.

De estos números, también se desprende que el costo de la planilla nacional, que comprende a todos los empleados del país, tanto del sector público como privado, ronda los $20,000 millones anuales.

No obstante, las cifras absolutas enmascaran una importante inequidad en la distribución de salarios, con trabajadores agrícolas e informales ganando al mes, en muchos casos, por debajo de $500, mientras que el costo de la canasta básica supera los $250.

Los empleados que más ganan son usualmente trabajadores de organizaciones internacionales, devengando salarios por encima de los $2,500 al mes.

Profesionales en los sub-sectores de tecnología, ciencia, finanzas, seguros, comunicaciones e ingeniería reciben salarios por encima de los $1,500 al mes.

Educadores, administradores públicos de rango medio, trabajadores industriales capacitados, operadores de bienes raíces y trabajadores de la industria minera reciben más de $1,200 al mes.

La mayor parte de la población gana alrededor de los $800 al mes, incluyendo trabajadores de las utilidades públicas, del sub-sector creativo, empleados del comercio al por mayor y por menor y del transporte.

Mientras tanto, salarios cercanos a los $600 al mes van, en gran parte, a los trabajos informales, incluyendo una sección importante de los trabajadores de la manufactura y de los empleados del sector turístico y hotelero.

Finalmente, los salarios más bajos, rondando los $250 al mes, se pagan en el sector agrícola y al trabajo doméstico informal, particularmente en áreas rurales.


Riesgo

Todo el panorama hasta ahora descrito probablemente se verá radicalmente alterado durante la próxima década.

Aunque Panamá usualmente se ha visto rezagada en la incorporación de tendencias internacionales en materia productiva y educativa, la exposición del sector de servicios al mundo y la ola de inteligencia artificial, que apenas está comenzando a moverse globalmente, forzará cambios sorprendentes.

Todo esto ocurrirá mucho más rápido que lo que pensamos o estamos acostumbrados.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, más de 60% de los empleos en la región son susceptibles de reemplazo tecnológico. Los países con mayor riesgo de desfase laboral son Guatemala y Perú, pero El Salvador y Panamá siguen en la lista.

Y como mencionamos al inicio de esta nota, el Banco Interamericano de Desarrollo considera que 65% de los empleos de Panamá enfrentan un alto riesgo de automatización.

Al inicio, serán los trabajos rutinarios que requieren de poca capacitación los que serán reemplazados, particularmente en el sector de servicios. Pero luego, incluso trabajos que requieren de capacidades avanzadas estarán en la mira.

Por mencionar algunos, trabajos relacionados a la captura de datos, la promoción y el mercadeo, la contabilidad, el servicio a los clientes, el manejo de inventarios, los recepcionistas y el trabajo en puertos están en alto riesgo durante la próxima década.

Mientras tanto, empleos que requieren del elemento humano, como guías turísticos, o cuyos costos son comparativamente bajos, como en la construcción, probablemente sobrevivirán por un tiempo adicional.


Futuro

Todo esto no quiere decir que en cinco años, toda la contabilidad será hecha por robots o que la próxima llamada de ventas que recibamos vendrá de una inteligencia artificial, pero las ruedas del proceso ya están girando. En la medida que las empresas descubran eficiencias y ahorros, el trabajo humano, más que estar asegurado, ahora peligra, cada día, más y más.

Y el reemplazo no será inmediato, sino gradual, con empleados siendo requeridos a utilizar, cada vez más, herramientas de inteligencia artificial, las cuales, a su vez, aprenderán como efectuar estos trabajos.

Por ejemplo, trabajos en el sector médico, legal y educativo verán su ejecución cambiar radicalmente durante la próxima década y es altamente probable que para el 2040, mucho del trabajo en los sectores de salud y administración serán efectuados por una inteligencia artificial.

¿Qué harán los humanos? Esa es la pregunta que enfrenta no solo a Panamá, sino al mundo. La expectativa es que la eliminación de empleos vendrá con la creación de nuevos, entre ellos, especialistas tecnológicos, analistas de datos, técnicos de mantenimiento de maquinarias avanzadas y expertos de ciberseguridad.

Pero todos estos son trabajos que requerirán de altos niveles de entrenamiento, algo que Panamá aún no es capaz de ofrecer, debido a su sistema educativo desfasado y a la severa falta de eficiencia y eficacia de la inversión pública.

En la medida que Panamá pueda sacudirse su rezago e invertir en nuevos sistemas de capacitación, cuenta con la oportunidad de llevarse una parte relativamente satisfactoria del nuevo pastel económico que se está cocinando.


Estrategias

Hay varias formas en las que Panamá puede sacudirse este rezago, derivadas tanto de los casos de otros países como de la historia.

La primera es invertir masivamente en educación y entrenamiento digital. Panamá ya se ha comprometido a dedicar un valor equivalente a 7% de su PIB al sector educativo, pero es la calidad del gasto lo que será relevante, no solo el monto. Y las pruebas PISA revelan una paupérrima calidad general educativa a nivel nacional.

Lo segundo es establecer programas de educación continua. Como vimos, la preponderancia de personas mayores en la fuerza laboral genera una resistencia a la actualización de capacidades, la cual debe ser balanceada con programas públicos de capacitación. Panamá ya ha avanzado en este rubro con la creación de entidades como el Instituto Técnico Superior Especializado, pero falta mucho más.

Tercero, desarrollar capacidades que la inteligencia artificial no puede reemplazar, conocidas como habilidades blandas. Estas incluyen la resolución de conflictos, el análisis crítico, la capacidad comunicativa con empatía, la gestión de riesgos y el liderazgo. Se necesita desplegar este conjunto de habilidades a lo largo y ancho del sistema educativo.

Y cuarto, y más ambicioso, es el salto temprano a la robótica. La adopción de trabajo automatizado por robots está más distante en el futuro que la adopción de la inteligencia artificial, pero en la medida que Panamá pueda saltarse la curva de adopción y comenzar a ser un centro regional de robótica, podrá garantizar una mejor calidad de vida para su fuerza laboral a futuro.

Se considera que industrias resilientes a la automatización son la provisión de servicios creativos, la educación, el turismo y el cuidado personalizado en salud. Son estas las industrias a las que Panamá debería estar apuntando.

Lo fundamental, es dotar a la fuerza laboral de la capacidad de adaptación, de aprender a aprender y de desarrollar habilidades de pro-actividad y creatividad, así preparándolos para lo que el futuro, avanzando rápidamente hacia nosotros, pueda traer.


Referentes

Nuestro vecino, Costa Rica, como usualmente, es un buen referente para considerar al desarrollar estrategias para enfrentar la Cuarta Revolución Industrial.

Uno de los elementos claves es la inversión por las mismas empresas en la capacitación de sus empleados. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, más de la mitad de las empresas financieras de Costa Rica y casi un cuarto de las empresas de manufactura han comenzado a invertir en mejorar las capacidades tecnológicas de su fuerza laboral.

Costa Rica también ha adoptado una estrategia de capacitación mediante la atracción de inversión internacional, creando un marco de regulación e incentivos fiscales para atraer empresas con importantes estructuras tecnológicas para facilitar la transferencia de aptitudes y conocimientos. Pero esto depende de contar con una fuerza laboral capacitada, algo donde Panamá aún falla.

Otro país cercano de referencia es Uruguay, que desplegó una estrategia nacional de inteligencia artificial, a la par que está dedicando recursos para asegurar que su población sea una de las más entrenadas en tecnología y ciencia, para así atraer buena parte de la nueva ola de empleos que van a surgir.

Panamá debe aprender de estos pares para no quedar rezagada, ya que una vez se amplíe la brecha tecnológica y se distribuyan las nuevas eficiencias y fuentes productivas, será mucho más difícil obtenerlas que hoy día.


Conclusión

El futuro es inevitable. Trabajadores pisotearon el suelo y sacudieron sus puños cuando llegó el telar automatizado, la imprenta a vapor, la línea de ensamblaje, el Internet y los primeros robots. Nada de esa frustración sirvió para detener los oleajes de cambio radical del empleo.

Y la ola que viene promete ser mucho más profunda y radical que las anteriores, debido a la capacidad de las nuevas tecnologías de procesar texto y conocimiento, y generar análisis y juicios de valor, por más que filósofos y humanistas quieran oponerse a esta realidad.

¿Qué hará Panamá? ¿Permitirá que su fuerza laboral quede desplazada, primero poco a poco, y luego de una gran sacudida? ¿O será suficientemente pro-activa para quitarse de encima la burocracia y la corrupción, y abalanzarse a la curva de aprendizaje, buscando asegurar un futuro mucho más prospero para su ciudadanía?

La respuesta, confiamos, está en manos de nuestros lectores.

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