A escasos días de que el secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, llegue a Panamá a sostener reuniones con el presidente José Raul Mulino y otros altos funcionarios panameños, la ciudad capital se tapiza de banderas panameñas, plantadas en las veredas y colocadas en las rotondas.
Es la muestra silenciosa de los sentimientos de patriotismo y expectativa que han surgido tras repetidas amenazas del presidente Donald Trump y otros funcionarios estadounidenses sobre sus intenciones de recuperar el Canal y detener el “control chino” de la vía interoceánica.
Con el pasar de las semanas la conversación ha mutado a enfocarse principalmente en las concesiones portuarias a ambos lados del canal de la empresa Hutchinson Ports, con sede en Hong Kong. La discusión se basa en el control que tendría el gobierno de China sobre la actividad portuaria y cómo ésta impacta la seguridad canalera.
La crisis sorprendente sobre el Canal, impulsada por Trump y recibida de forma obligada por el gobierno panameño, acapara la agenda del país. Todas las demás discusiones han pasado a segundo plano y la espera de la visita de Rubio genera tensión.
Las amenazas se formalizan y se volvieron mucho más reales el pasado martes, en una audiencia en el Comité de Comercio en el senado estadounidense presidida por el senador republicano del estado de Texas, Ted Cruz.
Mientras tanto, hoy, en conferencia de prensa, Mulino reiteró una vez más que el Canal es panameño y lo seguirá siendo.
Momento
No se puede analizar lo que sucedió en la audiencia y las reacciones de funcionarios estadounidenses, tanto electos como no electos, sin contextualizar que van apenas diez días de la segunda administración de Trump.
Se trata de un presidente que llega sintiéndose reivindicado a la oficina más poderosa del mundo, con una ruta de trabajo clara y organizada, además rodeado de personas leales. Su segundo mandato es distinto al primero. Senadores, congresistas y políticos que lo apoyan observan cómo aquellos que se opusieron al presidente en el pasado hoy están alejados del poder, son criticados abiertamente por Trump e incluso amenazados con procesos legales en su contra.
La respuesta a las amenazas y deseos sobre Panamá expresados por el presidente Trump debe entenderse como parte de un proceso de reordenamiento del poder político en Estados Unidos. Panamá y su Canal se han convertido en un tema de lealtades y de política partidista. Somos uno más de los temas en el imaginario trumpista. Y cómo todos los temas, será tratado en el foro de la opinión pública estadounidense y mundial.
Para los panameños, es surreal escuchar cómo se debate la soberanía nacional y el funcionamiento del Canal a nivel internacional sin considerar las implicaciones históricas y nacionales que vivimos y que siguen a flor de piel. El peso de ese debate se evidencia en la falta de estrategia clara y planteamiento formal. La encerrona nos ha dejado estupefactos. Y Marco Rubio llega el sábado.
Audiencia
La audiencia se llevó a cabo el martes, 28 de enero, y evidenció cómo se afinan estrategias y ángulos para lograr concesiones reales sobre el funcionamiento canalero.
Además de los senadores y senadoras miembros de la comisión, participaron cuatro testigos en calidad de expertos: dos comisionados de la Comisión Marítima Federal de Estados Unidos, Louis Sola y Daniel Maffie; el profesor en leyes Eugene Kontorovich, y Joe Kramek, presidente del World Shipping Council, una alianza privada de compañías marítimas.
En Panamá, los focos estuvieron sobre Sola, un empresario estadounidense que ha hecho vida personal y profesional aquí y quien fue ratificado para la comisión marítima en 2019 durante el primer mandato de Trump. Sus posibles intereses privados en Panamá, particularmente sobre una concesión otorgada a una empresa familiar en el área de Amador, lo han vuelto foco de análisis y crítica.
Sola, al igual que Maffie, se refirió al sistema tarifario que utiliza la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y las interacciones entre el esfuerzo comercial estadounidense y su uso de la vía interoceánica.
Manejo
Sola mencionó la relación entre la ACP y el gobierno panameño, destacando la dependencia que existe para la ejecución de proyectos que alimentan la vía. Mencionó que percibe una “susceptibilidad a la influencia extranjera” por parte de Panamá.
Aún más, habló de cómo la corrupción afecta el funcionamiento estatal y dio a entender que, si bien la ACP se maneja de forma eficiente, no está completamente blindada ante esta realidad.
En el pasado, se han cuestionado ciertos nombramientos políticos a la Junta Directiva de la ACP, las cuales son potestad del presidente y pasan por ratificación legislativa. Sola dijo que se debe “proteger” la independencia de la ACP. Y agregó que Estados Unidos “no está sin opciones para enfrentar la creciente presencia de China y de compañías chinas en Panamá y en las Américas”.
Hizo un llamado a apoyar de forma directa a empresarios estadounidenses que busquen hacer inversiones importantes en Panamá y que Estados Unidos debe buscar avenidas para colaboración técnica con el Canal.
Maffie, por su parte, se refirió al sistema tarifario que utilizó la ACP durante la más reciente sequía, y aseguró que varias empresas estadounidenses se vieron afectadas de forma negativa por el sistema de subasta. Dijo tener dudas sobre la capacidad de Panamá de hacerle frente a este tipo de situaciones en el futuro y aseguró que mantendrán bajo revisión las decisiones tarifarias que se tomen.
Neutralidad
Eugene Kontorovich, profesor en leyes de la Universidad de George Mason e investigador del Heritage Foundation, un think tank conservador con importantes nexos a la administración de Trump, fue el encargado de explicar el Tratado de Neutralidad, firmado en 1977, al comité del senado.
En su definición de neutralidad, Kontorovich hace una distinción importante. Explica que si bien bajo el derecho internacional la neutralidad es una doctrina que se centra en que los terceros traten a los beligerantes por igual o no les otorguen ciertas facilidades en tiempos de guerra, argumenta que el tratado se refiere a un «régimen de neutralidad» que difiere a la definición tradicional.
«La neutralidad mencionada en este tratado es diferente de la neutralidad clásica en varios aspectos […] No se trata de una neutralidad general, sino más bien de una neutralidad relativa que coloca la protección de los intereses de los Estados Unidos en una posición especial,» argumentó.
Pasó a explicar qué, a su juicio, significa una violación de esa neutralidad. De hecho, mucha de la audiencia en el periodo de preguntas y respuestas se centró en esa pregunta. ¿Qué cosas podría estar permitiendo Panamá —o ni si quiera saber que están ocurriendo— que pudieran significar una violación de neutralidad?
Jerarquía
La audiencia evidenció una jerarquía de argumentos que podemos esperar ver en cuanto a la política interior y exterior de Trump de ahora en adelante. El ejemplo del asunto del Canal es particularmente claro. Primero, Trump hace ruido sobre el tema. Menciona que el traspaso del Canal a Panamá fue un “error” y dice una cadena de mentiras sobre la construcción y el proceso de negociación de los tratados.
Su lenguaje es básico, accesible e incendiario pero logra poner el tema sobre la mesa.
Luego, funcionarios electos como el senador Cruz y el secretario de Estado, Rubio, son los encargados de argumentar de forma política esas demandas que emanan de lo que se considera el arrebato inicial de Trump. Afinan las críticas, corrigen ciertas cifras, formalizan la querella para otra audiencia, para una audiencia global, política y mediática. Aterrizan las intenciones de Trump y abren los espacios para que se discutan formalmente.
El paso final son los técnicos y profesionales de la materia, papel que jugaron los cuatro testigos ya mencionados y algunos senadores preparados que evidentemente ven en la crisis una oportunidad para abordar intereses comerciales y geopolíticos. La senadora demócrata del estado de Washington, Maria Cantwell, es un claro ejemplo.
Poco más de un mes después del primer grito de Trump sobre el Canal, estamos viendo una discusión formal en el Senado donde se aterrizaron puntos, se plantearon problemas y se buscan explicaciones técnicas y legales para impulsar la agenda que, hasta hace poco, parecía completamente descabellada y alejada de la realidad.
Postura
En la conferencia de prensa de hoy, el presidente Mulino reiteró lo que ha dicho varias veces: el Canal es panameño y lo seguirá siendo. Sobre la audiencia, dijo que en los órganos legislativos de otros países no se dicta política exterior y aseguró que en la misma “hablaron, inventaron y mintieron”.
Sobre la situación internacional en la que se encuentra Panamá, la cual reposa en la lucha por la hegemonía entre las dos grandes potencias mundiales, Mulino no titubeó al responsabilizar al expresidente Juan Carlos Varela por “esta situación”. Dijo que es Varela quien tiene que dar respuestas por cómo se dio la negociación que resultó en relaciones diplomáticas con la República Popular China.
Es un hecho que Panamá nunca ha tenido que plantear y balancear ambas relaciones de forma tan clara como en este momento y eso es justamente parte del reto.
¿Amigos?
Igualmente, se refirió a la relación con Estados Unidos y dijo que la misma “es privilegiada”.
“Esta situación de David contra Goliat acontece desde los inicios de la civilización y tenemos la claridad que se trata de una circunstancia que será resuelta en el marco de la racionalidad, el diálogo, el respeto y el acompañamiento internacional. Esos valores son parte del panameño, sin duda alguna. Pero ojo, esto no debe confundirse con la subordinación,” dijo. Agregó que “no existe un país sobre la tierra con quien tengamos una relación tan fluida”.
Se refirió a la auditoría que avanza el contralor Anel Flores a la empresa Panama Ports, hecho también mencionado durante la audiencia como indicios de que Panamá no está feliz con la concesión.
De momento, se desconoce qué tan articulados están los esfuerzos del Ejecutivo y de la Contraloría o qué tanto la auditoría responde a una estrategia para hacer frente a la empresa y utilizar los resultados para negociar con los estadounidenses.
Es evidente que el propio gobierno panameño espera que la visita de Rubio el fin de semana de luces más claras sobre cuáles son las intenciones reales de la avanzada diplomática, mediática y política en torno al Canal. Hasta entonces, se intentan afinar estrategias.
Mentiras
El miércoles, el presidente Trump publicó en sus redes sociales una imagen de trabajadores quitando una valla comercial del Banco de China en Panamá. “Panamá, a gran velocidad, está intentando quitar el 64% de las vallas que están escritas en chino. Están en toda la Zona, porque China controla el Canal de Panamá. Panamá no se saldrá con la suya,” publicó.
La indignación que genera la interminable cadena de mentiras —ésta incluso con cifras inventadas— es abrumadora y entendible. No obstante, levanta preguntas sobre lo permisible que ha sido la comunidad internacional y los ciudadanos del mundo ante el estilo y los ataques de Trump durante la última década. Si bien ahora es sobre Panamá, la mentira institucionalizada es una de las cualidades más definitivas del presidente.
Si permitimos y miramos para otro lado cuando se miente de los países árabes, sobre los migrantes, sobre México, sobre la OTAN, sobre Europa y sobre la pandemia, ¿qué defensa podemos tener cuando las mentiras son sobre nosotros?
Ante una situación tan delicada que requerirá de apoyo internacional y una estrategia definida para hacer frente a la desinformación, debemos preguntarnos, ¿es muy tarde?
Presión
La tensa situación que atraviesa Panamá, y sus ciudadanos, nos obliga a plantearnos muchas preguntas. Nuestras debilitadas y golpeadas instituciones merman la capacidad del Estado y del gobierno actual de hacer frente a ataques en el ámbito internacional.
¿Qué credibilidad tiene la oficina de un presidente para rendir cuentas a nivel internacional cuando dos de los últimos tres presidentes del país han sido calificados por el Departamento de Estado de los Estados Unidos como involucrados en corrupción significativa?
¿Cómo afecta la percepción de que hacer negocios en Panamá se arropa de un velo de corrupción y opacidad? ¿Cómo se ve impactada la capacidad del Estado y sus funcionarios de hacer frente a descalificaciones?
Vivimos momentos álgidos y estamos al otro lado de un gobernante poderoso, impredecible, errático y populista. Poco se sabe de la estrategia de Panamá ante la embestida. Todo indica que buscaremos apoyo internacional para hacer valer los tratados ya firmados. Qué tanto la vía de la diplomacia será suficiente para hacerle frente a un Trump enaltecido y poderoso está por verse.
No obstante, a la par, debemos entender cuáles son las demandas reales, qué estamos dispuestos a ceder y cómo entenderemos el nuevo orden de nuestra relación con la gran potencia de nuestro hemisferio y nuestro aliado histórico.