Repartiendo el riesgo: la industria de seguros y Panamá

Repartiendo el riesgo: la industria de seguros y Panamá
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Quizás por su naturaleza cautelosa y medida, la industria de seguros no se perfila mucho en la cobertura noticiosa ni recibe mucha atención mediática. No obstante, sus procesos, balances y decisiones son algunos de los más importantes en la economía y determinan la misma operatividad del país.

De por sí el tema puede resultar un tanto macabro, teniendo que ver con los tétricamente llamados “siniestros”: muertes, accidentes, choques, incendios, inundaciones, en fin, todo tipo de catástrofes que atienden la vida humana, la sociedad y el comercio.

Pero detrás de este velo de espanto, la industria de seguros de hecho resulta ser una poderosa afirmante de la vida, literalmente apostando por ella y financiado a largo plazo su desarrollo a través de impresionantes piscinas de capital.

¿Cómo se desarrolló esta industria? ¿Cómo funciona? ¿Y cómo se ve en Panamá?

Veamos.


Quien nada arriesga…

«El Molo en Venecia» Canaletto, c. 1735 d.C.

Para poder hablar de seguros, primero es necesario hablar del riesgo. Y por más que es una palabra familiar, su definición es el centro de fuertes e importantes debates con consecuencias económicas y sociales.

Por ejemplo, las regulaciones de Basilea, que buscan controlar el riesgo bancario, han sido sujetas a múltiples cambios mientras se amplía y desarrolla la definición y las medidas de riesgo, afectando constantemente la operación y los costos de estas entidades, por miles de millones de dólares, globalmente.

La palabra en sí viene del italiano medieval tardío, significando encontrarse un peligro. La definición más sencilla es la probabilidad de que algo desfavorable suceda. Cómo se define lo desfavorable y se mide tal probabilidad es precisamente el punto de contención en varios de los debates alrededor del riesgo.

Ya para el Renacimiento, la palabra también había mutado a no solo significar el encuentro de un peligro, sino el encuentro intencional de uno, en la búsqueda de recompensa, obteniendo el sentido que hoy transmitimos mediante la palabra “arriesgar”.

Hoy día, la comprensión del riesgo ha pasado por una importante evolución y fragmentación, por lo que se habla de riesgo de negocio, riesgo económico, riesgo financiero, riesgo ambiental, riesgo de salud, riesgos ocupacionales, riesgo de seguridad y —de cara a tanto riesgo— la administración del riesgo.

Ahora, irrelevante de la relativa novedad de la palabra, encontrarse peligros no es nada nuevo en la historia.


Remotos orígenes

Extracto del Código de Hammurabi, c. 1750 a.C.

La inclinación por prevenir el riesgo bien podría ser innata a la constitución humana y existe evidencia de la misma desde los registros más antiguos.

Por ejemplo, se sabe que hace ya más de cuatro milenios, transportistas en China separaban su carga en distintos barcos al flotarla por los ríos, para así minimizar el riesgo de pérdida en el caso que uno se hundiera.

De hecho, parte importante del desarrollo del estudio del riesgo y su prevención tiene que ver con el transporte ribereño y marítimo. El famoso Código de Hammurabi, decretado por el rey babilónico alrededor de 1750 a.C., incluye disposiciones sobre qué debe suceder en el caso de que un barco pierda su mercancía, ya sea por robo o catástrofe natural.

No obstante, durante la antigüedad, no existía un concepto como aquel del contrato de seguro que conocemos hoy día, estando el manejo del riesgo atado, en vez, a la extensión del crédito, regulándose a través de contratos de préstamo.

No sería hasta el medioevo que —en el norte de Italia— se comenzaría a contemplar la posibilidad de contratar una protección sobre mercancía, aparte de las transacciones crediticias usuales. Se considera que el primer contrato de seguros, como lo entendemos hoy día, se firmó en Génova en 1347.

Y aún así, el riesgo contemplado era principalmente comercial. La noción de asegurar, por ejemplo, una vida, no había sido desarrollada plenamente, y no se aseguraría una hasta que se emitió la primera póliza de vida en junio de 1583 en Londres, equiparando una vida humana al valor de 46 caballos o 205 vacas.

Y sería en Londres que la industria de seguros se consolidaría de manera amplia e importante, en respuesta a uno de los encuentros de peligro más notables que ha sufrido esa ciudad.


Fuego a la mecha

«El Gran Incendio de Londres» Autor desconocido, c. 1750 d.C.

En la madrugada del domingo, 2 de septiembre de 1666, una llama se salió de control en la panadería de Thomas Farriner, a las orillas del río Támesis, en Londres, propiciando un incendio que duraría hasta el jueves siguiente, devastando todo el centro de la ciudad y destruyendo decenas de miles de casas.

No tomó mucho tiempo después de este catastrófico suceso para que la industria del seguro inmobiliario cobrará enorme vigencia y relevancia, cimentando las bases de la provisión general de seguros, no solo para comercios, sino familias e individuos en Europa, y de allí, en todo el mundo.

Para 1752, el periodista y científico Benjamín Franklin ya fundaba la primera compañía de seguros en Estados Unidos. Y diez años después, se creó en Inglaterra la Sociedad para el Seguro Equitativo de Vidas, la cual todavía existe y opera bajo el nombre Equitable Life, aunque no sin una historia bastante compleja.

Tal empresa —Equitable Life— se distinguió por ser una de las primeras en utilizar información estadística en el cálculo de los costos de los seguros de vida, pavimentando el camino a la práctica científica del control financiero del riesgo de muerte.

De allí en adelante, la industria solo fue creciendo y volviéndose más intrincada, diversificando su oferta en un sinnúmero de tipos de coberturas y esquemas, expandiéndose de su apogeo como una práctica marítima al transporte ferroviario y —eventualmente— aéreo y espacial.

La participación del sector público en la provisión de seguros también es histórica, pero uno de los momentos clave fue la década de 1880, con la expansión de programas ya existentes en Prusia y Sajonia al resto del naciente imperio alemán por el canciller Otto von Bismarck, quien sistematizó las pensiones por vejez y el seguro por accidentes.

Desde entonces, la industria de seguros ha continuado en evolución y crecimiento. Resulta innecesario aquí detallar todas las pequeñas complejidades y saltos que dio tal sector durante el siglo pasado, más allá que decir que los seguros se convirtieron en productos extremadamente populares.

Entre 1910 y 1990, el sector de seguros en Estados Unidos creció por un promedio anual de cerca del 8.5%, dominando también los mercados internacionales, aunque en años más recientes, ha tenido que enfrentar una fuerte competencia por parte de Europa y la República Popular de China.


Por si las moscas

«Cuarto de suscripción de Lloyd’s of London» Thomas Rowlandson et al., 1809 d.C.

No debe sorprender que, al ser una industria tan antigua y tan compleja, la misma definición de qué es un seguro está repleta de terminología técnica y detallada.

No nos quedaremos atascados en las definiciones de esta terminología, sino que pasaremos directo a entender los procesos poderosos a los cuales se refieren.

En términos más sencillos, las empresas de seguro concentran riesgo, reduciendo el peso de ese riesgo sobre los procesos socioeconómicos, permitiendo que los mismos fluyan sin tanta interrupción.

Además, no sólo concentran riesgo, sino que buscan activamente prevenirlo: las empresas de seguro constantemente apuestan a que la gente no morirá, que los edificios no se quemarán, que los barcos no se hundirán y que los autos no se chocarán.

Por esto, constantemente incentivan la disminución del riesgo, financiando parte de los tratamientos médicos que mantienen a las personas vivas, parte de las mejoras que mantienen a los edificios íntegros y penalizando con mayores costos a quienes se dedican a probar sus suerte.

Estas empresas mantienen carteras de pólizas —contratos de seguro— que les generan un flujo constante de ingresos debido a las primas, palabra con múltiples significados que, en este caso, significa el precio que le paga el tenedor de la póliza a la aseguradora.

Y las primas rápidamente pueden sumar los millones de dólares, por lo que la industria de seguros es usualmente una de mucha liquidez y movimiento de efectivo. No es nada fácil empezar una empresa de seguros, pero una vez iniciada, los retornos pueden ser increíbles.


Juego de titanes

El negocio de las aseguradoras, a pesar de todas sus complejidades, es bastante sencillo: recibir más en primas anualmente que lo que desembolsa en compensación por los tétricos siniestros.

Como hemos visto, la industria ha tenido milenios para crecer, por lo que no resulta sorpresa que hoy día, el panorama está dominado por gigantes operadores.

Según algunos cálculos, la empresa de seguros más grande del mundo es la estadounidense United Health Group, fundada en 1977. Sus ingresos brutos en los últimos 12 meses fueron de $94,000 millones.

De similar tamaño es la también estadounidense Berkshire Hathaway, con ingresos brutos por $93,000 millones. Aunque Berkshire tiene una capitalización de mercado superior a Unitedhealth, es de hecho un conglomerado que no solo tiene empresas de seguros, siendo una de las más populares de ellas Geico, conocida por su mascota gecko.

Para no listar todas las empresas, mencionaremos dos más: Ping An, de China, con $28,000 millones en ingresos brutos en los últimos 12 meses, y la alemana Allianz, con $26,000 millones en ingresos brutos.


Mercado local

El mercado de seguros local antecede, por motivos históricos, la fundación de la República, con muchos de los navíos que llegaron a los puertos caribeños o que salieron de los puertos del Pacífico asegurados contra pérdidas.

No obstante, no pasó mucho tiempo después de la separación de Colombia para que se estableciera la primera empresa panameña de seguros en 1910. Hasta entonces, el mercado local consistía principalmente de aseguradoras estadounidenses.

Como vimos en una edición anterior , Panamá ya contaba con una ley bancaria para 1941, y aunque ya existían ciertas disposiciones sobre el sector de seguros, el mismo no fue regulado como tal sino hasta agosto de 1956.

La regulación bancaria fue actualizada en 1970 por la junta provisional de gobierno que en ese entonces gobernaba, pero no fue sino hasta 1984 que se actualizó la regulación del sector de seguros. Esta fue una actualización importante: mientras que el sector bancario continuaría bajo la regulación de una comisión hasta 1998, el sector de seguros ya estaba bajo una superintendencia cuatro años antes.

De hecho, incluso antes de que la regulación bancaria fuera actualizada en 1998, se había cambiado la ley de seguros en 1996. Y aunque la ley bancaria de 1998 es la que todavía se mantiene vigente —con importantes enmiendas— la ley de seguros fue renovada íntegramente en 2012.

Es esta última versión la que codifica el mercado de seguros —tremendamente complejo— requiriendo más de cien páginas para detallar todas sus reglas, en comparación a las 60 páginas de la ley bancaria.

Y es esta la ley que configura la Superintendencia de Seguros y Reaseguros de Panamá, cuyo propósito establecido es proteger a los contratantes, fomentar un mercado de seguros inclusivo y exigir la liquidez y solvencia de las empresas de la plaza.


Dramatis personae

El mercado de seguros está compuesto por muchos actores, muchos más que en el sector bancario, con nomenclaturas tan diversas como aseguradoras cautivas, corredores de reaseguros, ajustadores y más.

Pero los actores principales, al menos en el mercado local y en términos de movimiento comercial, son las compañías de seguro dedicadas a la venta de pólizas al mercado en general.

Hoy día, hay un total de 22 compañías de seguros en Panamá.

Para poder compararlas al sector bancario, veámoslas por total de activos.

En el caso de los bancos, sus activos son principalmente las líneas de crédito que le aseguran un flujo constante de dinero proveniente del pago de los préstamos emitidos, además de las distintas inversiones que hayan hecho.

En el caso de las compañías de seguro, sus activos son principalmente sus carteras de pólizas, igual generando un constante flujo de ingresos para estas instituciones.

Para referencia, Banco General (BG) tenía, al cierre del año pasado, más de $17,000 millones en activos, de los cuales casi $11,000 millones corresponden a su cartera de préstamos y $4,000 millones a sus inversiones en valores.

Cantidades verdaderamente impresionantes.

En comparación, las empresas de seguros son más chicas, con ASSA Compañía de Seguros, la más grande de las aseguradoras panameñas, reportando activos por casi mil millones al cierre de 2023. Esto es un 5% de la cartera de activos de BG.

Le sigue la Compañía Internacional de Seguros con $663 millones y MAPFRE Panamá, con $442 millones. En total, las 22 aseguradoras de Panamá tienen activos por casi $4,000 millones.

No obstante, cuando pasamos a ver la ganancia neta —o utilidad neta— las magnitudes se acercan un poquito más.

Durante 2023, BG reportó ganancias netas por $522 millones. Compañía Internacional de Seguros, por su lado, reportó $54 millones, cerca de un 10% que lo de BG. ASSA Compañía de Seguros reportó $36 millones, un 6%.


Room to grow

Tal diferencia en magnitudes invita a varias reflexiones.

Quizás la más importante, considerando la vinculación histórica entre la banca y los seguros, es todo el potencial pendiente para mejorar la distribución de riesgo en el país, lo cual necesitará y a la vez empujaría una mejora general en la calidad de vida nacional.

Y a veces tales empujones vienen por parte del Gobierno Nacional. En diciembre de 2016, se aprobó una reforma a la regulación de seguros para requerir que cada automóvil estuviera asegurado contra daños a terceros.

En octubre de 2016, habían 624 mil pólizas de automóvil vigentes. Un año después, el número subió a 680 mil, un crecimiento de cerca del nueve por ciento.

Y ya para el cierre de 2023, se contabilizaban más de 860 mil pólizas vigentes de automóviles. Esto significa que entre 2016 y 2023, el número de pólizas de automóvil aumentó en casi 40%.

En comparación, para el cierre de 2023, habían 237 mil pólizas de vida emitidas y 159 mil pólizas de salud, con una población laboral que ronda los dos millones de trabajadores y una población general que estaría cerca de los cuatro millones.

Fuente: Superintendencia de Seguros y Reaseguros de Panamá

Si bien es cierto que la Caja de Seguro Social concentra gran parte del riesgo social —y quizás tal configuración ha resultado ser un traspié que pronto nos explotará en la cara— la diferencia evidente entre la cantidad total de pólizas privadas y la cantidad de trabajadores apuntaría a varias posibilidades: la minimización de la percepción del riesgo en Panamá o la dificultad financiera de muchos trabajadores de obtener una póliza accesible.

Pero, entre tales posibilidades, si se vislumbra una peligrosa certeza: mucho del riesgo del país todavía está disperso, afectando severamente a gran parte de la población cuando se encuentran con un riesgo inesperado que enfrentar.

En futuras entregas de nuestra serie analítica del sector de intermediación financiera, continuaremos explorando la interrelación del sector bancario con el sector de seguros y un tercer sector aún por explorar, aquel de valores, para determinar, con mayor exactitud, las oportunidades financieras aún latentes en el país.

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